
Si algo me gusta de las pelis de los Coen es su acierto en captar la esencia de la América profunda. Pero no sólo eso. Sus personajes pueden ser marrulleros o infantiles, pero dan el pego y te los crees aún haciendo las cosas más inverosímiles. Uno no deja de sentir cariño por ese ratero que arriesga su vida por birlar un paquete de pañales para Nathan Jr. y que vive tan campante en una casa prefabricada en el desierto de Arizona, en medio de la nada. También puedo imaginarme a la perfección la vida gris del empleado de concesionario de Minnesota que no logra vender su cupo de coches, y la de la policía embarazada que va desenredando los casos minuciosamente. Y sé que en Los Angeles viven muchos "Dude" y algún que otro tío inestable que como Sobchak siempre anda gritándole a algún pobre diablo (Shut the fuck up, Donny!). Esto y mucho más forma parte de la realidad de ese maravilloso gran país que es Estados Unidos.
Nosotros, los europeos, a veces andamos un poco confundidos. Mostramos admiración por las grandes ciudades de Estados Unidos y en cambio ninguneamos al resto de paisanos que viven en el resto del territorio y eso que son más de las dos terceras partes de los estadounidenses. Los consideramos pueblerinos y un poco vulgares, y como además los creemos mayoritariamente republicanos nos consideramos superiores, como si votar a Obama dignificase al ser humano y no hacerlo lo sumiera en la Edad de las Cavernas.
¡Pero qué equivocados que estamos!
Esas gentes son auténticas y huyen de los convencionalismos que nos atan a nosotros: los europeos estúpidamente urbanitas. No les hace falta reservar en los restaurantes de moda ni hacer cola a la puerta de los clubs más cool, y es que su vida puede reducirse a un puñado de kilómetros y a un bar a las afueras pero tampoco piden más. Suelen ser personas algo inhóspitas de entrada, como la tierra yerma en la que habitan, pero si sabes acercarte a ellas en seguida te abren su corazón, menos contaminado que el nuestro.
Todo es más sencillo de lo que imaginamos y estos americanos nos dan una gran lección, porque se conforman con lo que tienen y han aprendido a tirar para adelante con lo poco que les ha dado la vida.
Y esto es lo que Joel y Ethan Coen consiguen mostrarnos con tremenda naturalidad. Por eso, porque las gentes que retratan son creíbles y en cierto punto admirables.
La otra noche justamente hablábamos de ellos y nos reíamos porque mi gente también tiene un puntito Coen. Y es que somos un poco "gañanes" y a mucha honra. Cuando nos encontramos, corremos a abrazarnos y escandalizamos a todo el personal que nos rodea. En los restaurantes hablamos demasiado fuerte y bebemos demasiado deprisa. Y contamos las mismas anécdotas, aunque nos las sepamos de memoria, celebrándolas a carcajada limpia como si las escucháramos por primera vez. Solemos entablar conversación con camareros, cocineros y en general con todo "bicho" viviente que tiene la suerte o la desgracia de haber estado cerca en nuestra bacanal. Y luego claro, vienen las copitas en los bares, donde buscamos un rincón en el que hacernos fuertes y seguir alborotando desinhibidos.
Nos queremos tal y como somos, y no buscamos nada más que vernos, ponernos al día y pasar un buen rato.
Es mi gente, la mejor.
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