domingo, 23 de diciembre de 2007

Sumergiéndome en un mar de sensaciones...

Dicen que zambullirse en la Gran Barrera de Coral australiana es bautizarte en esto del buceo, no importa que ya seas un submarinista experto. Estas aguas son un santuario y su fragilidad estremece, como si todo lo que hicieras, incluso rascarte una oreja, pudiera dañarlas para siempre. Te mueves con precaución, atento a los bancos infinitos de peces de colores, grandes, pequeños, amarillos, azules; a las rayas inmóviles, medio ocultas en la arena, a las tortugas, a los meros, a los erizos de mar, a todos los seres a los que de repente molestas porque sí, porque te da la gana, porque te sientes un aventurero y quieres sacar el máximo partido de tu viaje. Tu diversión está garantizada, y tu seguridad también (saludas a tu monitor uniendo el pulgar y el índice, porque todo va bien), y entonces una sombra alargada te observa a ti, no al revés, desde el azul oscuro de las aguas más profundas, como si se asomara a una ventana. Es un tiburón de arrecife, de metro y medio de largo, y percibes su odio, y tu corazón se acelera, y el monitor viene y te aleja de allí y une el pulgar y el índice, porque todo va bien, pero tú sólo quieres regresar vivo y dejarte caer en la cubierta del barco de recreo.

El tren no espera (a nadie)

No hay como hacerse mayores y ser conscientes de quiénes somos al fin. De repente un día (porque no nos engañemos: no es un proceso, es un instante), nos convertimos en la persona completa y nos damos cuenta que todo lo que hemos vivido ha tenido su causa y su efecto, y que se ha evaporado el niño, el adolescente y el joven para dar lugar al hombre o mujer que somos. Y si giramos la vista atrás nos damos cuenta que algunos de nuestros compañeros de camino ya no siguen con nosotros. No os apenéis, que es ley de vida, conforme nos hacemos más nosotros mismos se definen también nuestras afinidades y un olfato preciso de can se nos desarrolla hasta saber ver los amigos verdaderos de los que no lo son tanto. Un consejo: no perdáis el tiempo intentando salvar falsas amistades y darlo todo por aquellos que siguen a vuestro lado, siempre.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Rojo desierto


Anduvimos durante algo menos de tres horas. El sendero empinado llevaba a la cima del Cañón de los Reyes o Kings Canyon, abajo el río seguía excavando a lo largo de su propio curso, como una lengua áspera, por los siglos de los siglos. Empezaba a caer el sol y los colores rojizos del valle llameaban en un ritmo místico y vibrante. Nos sentamos en una roca de arenisca y un lagarto pasó veloz a nuestro lado. Sin decir nada (porque no había necesidad), tuvimos un momento de pánico y recordamos mentalmente la lista completa de reptiles venenosos (los más venenosos) de Australia, quizás estuvieran allí mismo, acechándonos, oliendo nuestro miedo, o quizás no. El caso es que nos levantamos y volvimos al sendero. Tras recorrer la meseta, bajamos de nuevo al cauce sombrío, al Jardín del Edén, como lo habían bautizado sin faltarles razón, pero ya la oscuridad empezaba a cubrir nuestros pasos y el desierto rojo se silenciaba, inhóspito. Sentimos en los huesos que era hora de regresar.

sábado, 1 de diciembre de 2007

Subiros que esto se mueve


Arrancamos y el motor ruge con fuerza lanzando bocanadas de un humo espeso. Las ruedas chirrían en el asfalto caliente y eso nos gusta. Nada ni nadie puede detenernos. Lo pensamos, lo sabemos y así es. Sonreímos confiados. Fuera el sol brilla y la brisa del mar acaricia nuestros cabellos. No vamos solos en nuestro viaje. No. Llevamos con nosotros nuestros recuerdos, las caras que nos conmueven, los abrazos de los nuestros y todo el cariño que hemos sido capaces de almacenar. Y somos conscientes de ese tesoro y respiramos satisfechos.

Rugby después del Mundial

Hace más de un mes que se acabó el Mundial de Rugby y los amantes de este deporte ya empezamos a sentir la sensación de vacío que se da entre torneos. El Mundial pasó sin pena ni gloria por los campos de Francia, Escocia y Gales, los grandes favoritos acabaron por defraudar y algún equipo humilde sorprendió, aunque no tanto. No hubo competición para los All Blacks que al primer encuentro serio se vinieron abajo como de costumbre. En su país de origen les llaman "chokers" porque no encuentran el punto en las eliminatorias, son indiscutiblemente los mejores pero en el Hemisferio Sur se premia la regularidad no el golpe de efecto. Se echó de menos a Dan Carter (en la foto, el 10 titular de los Crusaders de Canterbury), y finalmente ganaron los sudafricanos capitaneados por Montgomery. Qué tendrán que hacer los neozelandeses para ganar por segunda vez el codiciado Webb Ellis.

Singapur, el país más "ordenado"

Es curioso que uno de los "souvenirs" más buscados en Singapur sean unas camisetas en las que se hayan estampado las prohibiciones más inverosímiles de la autoridades. Que si no se puede masticar chicle en la calle, ni fumar, ni escupir y no hablemos ya de traficar con drogas o de practicar la homosexualidad en público o en privado. El hecho es que la ciudad sigue siendo una de las urbes más limpias y organizadas del planeta. Cuando uno pasea por sus calles apenas siente que se encuentra en Asia, ese continente caótico y desenfrenado que atrae nuestras miradas y nuestros patrimonios occidentales, sino más bien parece que pisa las calles de una ciudad futurista, de habitantes frágiles y delicados procedentes de mil y un lugares bien dispares. La verdad es que Singapur enamora, mientras resplandece bajo el sol naciente.