viernes, 4 de mayo de 2012

El valor del coche y el nuestro

En los últimos tiempos, y siempre que la burbuja de las hipotecas basura lo permitiese (que lo permitía), hemos visto proliferar cochazos a mansalva. Que si el ejecutivo junior recién promocionado, que si el cuarentón queriéndose sentir treinteañero (vayan añadiéndose decenas), que si el divorciado dándose el homenaje, que si el muchacho de la obra o de las chapuzas con su dinero negro. Y tantos otros casos. Y ahora muchos de ellos yacen aparcados en una acera, porque sus propietarios son incapaces de pagar la gasolina o cambiarles las ruedas, y tampoco pueden venderlos porque nadie quiere ni puede comprarlos. He aquí la situación (otro día ya hablaremos de los bancos que buena parte de culpa tienen): personas de gustos caros que un día creyeron que podían y al final ha resultado que no pueden. Incluso desde este foro pongo en duda el valor humano de los que los tienen porque pueden. Para mí, la gente que gasta ese dinero en un coche de alta gama pudiéndose comprar tantos otros de iguales prestaciones y factura menor son pura fachada, a excepción de los verdaderos millonetis, que esos efectivamente tienen licencia para fardar eso y más. Y cuidado que soy liberal, y defiendo la libertad individual para hacer lo que a uno le venga en gana siempre y cuando no moleste a los demás, pero está claro que esas personas cumplen con unos clichés que objetivamente están desfasados y fuera de onda. Prefieren "el cochazo" a demostrar su valía personal en el cara a cara. Creen que esa máquina les eleva automáticamente a la categoría de burgués-casi-aristócrata cuando en muchos casos la educación y su valor moral les pone en evidencia. Y en el otro extremo, a los que pudiendo ser poseedores de un coche normal, correcto, son tan rematadamente tacaños como para llevar una carraca que resulta ser un peligro público y medioambiental, a esos recomendarles encarecidamente que cojan el transporte público. Mucho mejor para todos. Como siempre la verdad y lo adecuado reside en el término medio.

lunes, 24 de octubre de 2011

Ciao Marco

Ayer moría un piloto audaz. A lo largo de la mañana, a medida que unos y otros íbamos enterándonos de la noticia, una sombra de pesar y abatimiento se cernía sobre nosotros.
¿Simoncelli? No, no puede ser. Si justo ayer promocionaba su web. Si no hace mucho le habíamos visto en una habitación de hotel bromeando ante la cámara.
Pero lo que ayer sonaba imposible, hoy nos suena terriblemente cierto.

SuperSIC no era un motorista complaciente de los que van a lo suyo haciéndolo fácil. No. Era competitivo y duro en la pista y algunos ya le habían colgado el sambenito de agresivo, aunque como siempre: los mismos, los manipuladores de la comunicación, que no saben hacer su trabajo ni ninguno y siempre acaban ocupando puestos de relevancia en los medios o en la vida, por eso, por el séquito de aduladores del que se rodean.

Pero Marco no entraba en el aro de la prensa y seguía teniendo el favor del público, que le admirábamos por su alegría contagiosa, su personalidad arrolladora y su manera de encarar la vida. El no temía decir la verdad, sino que (como siempre suele pasar) algunos temían oírla. Ni ser fiel a uno mismo, y dar lo mejor de sí, dentro y fuera de la competición.
Decía Rossi, su mentor y fiel amigo, que para él era "como su hermano pequeño, duro en la pista y dulce en la vida". Y quiso la fatalidad que fuera la rueda de Rossi y no otra la que acabara con la vida del romagnolo, crueldad del destino.

Descansa en paz Simoncelli, tu sonrisa quedará en el recuerdo de todos.

martes, 11 de octubre de 2011

Altos vuelos


No me gusta volar. Aunque tengo que hacerlo a menudo, y ya no os cuento hace unos años. Ahora me lo tomo con filosofía. Si vuelo en compañía, todos están avisados de lo que sucederá al despegar: notarán que me callo y que me pongo tensa, que miro por mi ventanilla y por la ventanilla de todos los demás y que puede (sólo puede) que también les coja del brazo.
Y si vuelo sola: también. De ahí que cuente con varias amistades surgidas en vuelo. Y no importa si el trayecto ha sido de una hora o de treinta, da igual, el despegue es el mismo, sea un Airbus 320 o un 340 de 400 pasajeros.
Por lo general, las personas se muestran generosas. Hablan. Te siguen el rollo. Comparten contigo sus miedos ocultos, sus anécdotas, y finalmente te cogen de la mano o se dejan coger la suya con una sonrisa tranquilizadora.

Mi último viaje fue de los cortos y por trabajo, y conocí a una persona asombrosa. Como casi siempre.
Esta vez tuve ocasión de compartir fila con un actor norteamericano y es que resulta que los vuelos low cost han democratizado bastante los viajes. Lo curioso fue que esta vez era yo la que callaba, impresionada por el vuelo y por la inmediatez de aquel personaje de papel cuché, y fue el otro el que tomó la iniciativa y me explicó detalles de sus andanzas por España, y más concretamente por Barcelona, bajo la atenta mirada de su asistente-amigo que controlaba la exuberancia verbal del intérprete.

El caso es que el hombre es todo un personaje, por dentro y por fuera, y por cómo hablaba deduje que además muy inteligente. Me interesó su visión práctica de la vida, y que, pese al dinero, disfrutara de placeres tan mundanos como el "vermut" y los paseos por la playa, y pensé que el universo hollywoodiense no está tan arriba como nos parece.
A las diez y cuarto aterrizábamos, como los señores, "naranjitas y limones", y aún nos quedaron unos minutos para tomarnos un café en la terraza VIP del aeropuerto de destino bajo un sol de octubre increíblemente cálido.
Después nos separamos: me metí en el taxi justo cuando él ya se había mimetizado con un equipo de por lo menos diez periodistas y relaciones públicas. Y aunque los dos nos dirigíamos al norte, creo que el mío y el suyo eran dos nortes totalmente diferentes.

Hoy hemos visto una peli suya en casa, por eso de regodearme en la categoría del encuentro, y realmente es que es un tipo que se interpreta brillantemente a sí mismo, y quiero hacerle el honor de reproducir aquí una frase que dijo, en un español más que decente, ilustrativa y sincera: "Sé que soy yo, aunque no siempre me lo parezca".

HAND, R.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Grandes.

Cómo son los italianos, hay que ver. Qué arte. Qué maneras. Qué lujo en los detalles. Qué saber hacer. Y qué manera de disfrutar la vida.
Los hay de todos los tipos. Caballeros de bigote y pipa. Jóvenes con pashminas de seda al cuello. Sardos pícaros y bien simpáticos. Pulcros hombres de negocios. Vividores. Caprichosos. Elegantes. Y sobre todo divinos. Ellas son más escuetas, y se complementan a la perfección con ellos. Guapas morenas de ojos vivos que saben dar cuerda a sus efusivos compañeros.

Recién llegada de Milán, y de la Lombardía, y aún con el empacho visual de coches de gama alta que pululan por sus calles y pueblos (mi indicador personal de riqueza de una región y que es el número de Range Rovers por m2 que hay, se ha visto más que superado), una confirma que aquí, como en ningún otro sitio, hay un Norte y un Sur.
En el norte, a la sombra de los Alpes, más bellos aquí que en su lado suizo, habitan italianos de ojos claros y naturaleza innata empresarial. Son los llamados capos. Y es que son llamados para ser jefes desde que nacen. Arriba de la Bota no hay paro. Ni siquiera hoy.
En el sur, en cambio, con el 30% de paro, con una red oculta de actividades fraudulentas, con alcaldes y otros dirigentes de medio pelo públicamente corruptos, y un flujo de dinero negro que impregna la vida cotidiana con absoluta impunidad, aquí ya no hay capos, aquí lo que hay son padrinos.

De todas formas, pasando por alto todas las connotaciones negativas que puedan tener unos y otros, hay que reconocer que no hay país como Italia. Nos golean en estilo, clase y vitalidad. Los españoles tenemos también buenas materias primas, incluso mejores, porque qué es el prosciutto comparado con un patanegra de bellota, pero hay que reconocerles que han sido más listos y emprendedores que nosotros y han sabido colocar sus aceites, sus vinos, su sencilla comida, en el escaparate internacional como nadie.
Una cosa también es cierta, hacer de lo sencillo un ejemplo de excelencia y calidad es todo un arte. Porque qué pasta fresca, qué salsas caseras nos preparan las "mammas", qué pan y qué grissinis, qué pizza margarita hemos degustado en Napoli, qué mozzarella de búfala, qué parmesano, qué caldos, especialmente los Chiantis, qué ribollita, qué tagliatta y bistecca a la fiorentina, y sobre todo qué tartufo blanco tienen en el Piamonte.

Grande Italia. Grande toda.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Bombay, Citadelle y Hendrick's, en el podio de las gins

Unos años antes de morir decapitado, Luis XVI hizo una concesión a dos de sus súbditos más lúcidos (monsieur Carpeau y monsieur Stival) para producir ginebra en la Ciudadela de Dunquerque en lo que se convertiría en la primera destilería real de este espirituoso por veinte años.
Había nacido Citadelle y en un tiempo en el que la ginebra era sólo cosa de ingleses, aprovecharon su situación estratégica en el Paso de Calais para exportarla en grandes cantidades al país vecino, y es que sucedió una cosa: esta genièvre era mucho mejor que las británicas.
Después sucedieron más cosas. Se acabó la monarquía en Francia. La ginebra evolucionó a gin (london gin), que ya no utilizaba aguardiente de grano como las holandesas sino alcohol destilado, y se producía en masa. Y la malaria durante el British Raj que empujó a Schweppes a crear la tónica para que los soldados y colonos de la Corona bebieran quinina sin despeinarse, a poder ser acompañada de gin (Bombay) para "rebajar" el sabor amargo del medicamento.

Tras unas décadas de mala reputación y malas ginebras, hoy el gin tonic se ha convertido en el combinado de moda, y algunas marcas están que lo rompen.
Pero alejémonos por un momento del mundanal ruido y de lo que está o no de moda, y fijémonos sólo en criterios de calidad, pureza e innovación y descubriremos cosas muy interesantes.

Para empezar Bombay Sapphire es la precursora de las ginebras aromatizadas con otros botánicos además de enebro, con nada menos que diez esencias exóticas, bien escogidas y mejor dosificadas, y a un precio todavía más que razonable. Sin duda la mejor en relación calidad-precio.

Citadelle volvió a principios de los ochenta para hacerse un hueco en el mercado de las ginebras. Cambió la ubicación de Dunquerque por la de Cognac pero su hoy propietario siguió fiel a la calidad en el proceso de elaboración y a una producción limitada. Es la única gin que sigue fabricándose en alambiques tipo Charentais de entre 5 y 30 hectolitros, aprovechados de la antigua destilería de cognac de Pierre Ferrand, y se utilizan nada menos que 19 botánicos en su elaboración. Vamos, una joya rescatada del pasado para alegría de nuestros paladares.

La Hendrick's es la más inusual. Y la única que utiliza pepino y rosa en su destilación. Realmente, y como su lema mantiene, ésta no es para todos los públicos. Es extremadamente vegetal y si se le añade un par de rodajitas de pepino ya es que se convierte en una marca de culto. Te deja en boca ese sabor afrutado y verde, único en el mercado. Y a mí en particular me encanta.

Y ahora, dejémonos de palabrería y a disfrutar de un trago calmado y digestivo en buena compañía.

sábado, 25 de junio de 2011

Como Adán y Eva

En el momento de escribir estas líneas me encuentro en la piscina de casa con el iPad. Es lo que tiene el mundo moderno, donde habitan genios como Bill Gates, Steve Jobs o Mark Zuckerberg.
Yo, que normalmente quiero pensar lo contrario de la mayoría e ir contracorriente, que odio el mass market y las marquitas de los niños de papá, reconozco que en cuestión cibernética he caído como todos.
Lo irónico ha sido que nunca me había dado cuenta.

Tengo un MacBook desde hace ya cuatro años, y además traído de los EEUU, cuando a la gente de a pie la marca de la manzanita todavía le traía a la memoria aquellos Macintosh cuadradotes y macizos.
Uno de los regalos de despedida de mi antepenúltimo trabajo fue un iPod, y ya teníamos uno, también regalo de los amigos. Poco tiempo después el banco nos regaló el iPod Touch.
Pero nos seguíamos resistiendo al iPhone, aunque, como a todos, imagino que nos llamaba con su canto de sirena.
No pasaría mucho tiempo hasta que llegó, cual aparición celestial, eso sí: sin mediar transacción económica, al menos por nuestra parte. Así, todo nos parecía mucho más "higiénico".
En Navidades me regalaron un iBook y hace apenas un mes entró en nuestras vidas el iPad.

Con todos esos cachivaches es difícil negarse a la evidencia: somos tan frikis como el resto.
Sin embargo, a nuestro favor, diré que no hay otra tecnología como la de Apple. Según dicen los profesionales del sector, el iPhone o los Mac son pura maestría.
Por otro lado, estos chismes son realmente resistentes. A mi MacBook le ha caído de todo encima y se ha caído de todas las superficies elevadas de la casa y ahí sigue, como el primer día.
Y el iPad o el iPhone son mano de santo para entretener a los peques cuando todo lo demás falla. Y algunas aplicaciones (gratuitas) son increíblemente buenas.

Lo reconozco, he caído y en plancha. ¿Qué se le va a hacer?

El Enoteca y otros descubrimientos

Hoy en día el oficio de cocinero está de moda, pero entre todos los chefs del momento hay mucho infiltrado de poco talento.
No es el caso de Paco Pérez y su discípulo predilecto, el londinense Olly, que cumplió los treinta entre fogones la pasada semana. Entre los dos llevan la cocina más imaginativa y de calidad de la Ciudad Condal y que se llama Enoteca, en el hotel Arts, justo arriba (y no sólo en cuanto a emplazamiento) del Arola, del sobado y sobrado Sergi Arola.

El menú degustación del Enoteca es único porque no abusa de lo desconocido sino que presenta ante ti una tradición pura en un formato sorprendente.
La Ensalada Caprese 2011 es algo fuera de serie, el arroz al azafrán se deshace en la boca, el ajoblanco es espectacular, los pescados delicados, las carnes en su punto, la colección de aperitivos previos que no aparecen en la carta y que te dejan boquiabierto, como el cucurucho de alga y tartar de atún rojo, o los berberechos con caldo de miso, el dim sum de langosta y setas o tantos otros platitos que son pequeños pero extraordinariamente bien "paridos". Ah y desde aquí toca agradecer al personal de la terraza del Hotel que nos invitaran a la fiesta privada y a esos City Hall del mejor ron, bajo los fuegos artificiales de la Noche de San Juan.

Nosotros, que hemos degustado a otros grandes de nuestra cocina, lo situamos en el ranking en puesto preferente, aunque claro está, por debajo de su Ilustrísima Señoría Juan Mari Arzak, de momento insuperable.
Otros cocineros destacables en nuestra opinión son Martín Berasategui, con su restaurante de Lasarte-Oria, no con el de Barcelona. El bueno de Koldo Royo y su proyecto insular. Y la sorprendente fuerza del valenciano Javier Salvador.
Y en tercer lugar quedarían el Can Fabes del malogrado Santi Santamaría y el Gaig, muy a remolque de una fama que les queda grande.

Indudablemente Ferran Adriá no aparece en la lista porque hasta el momento ha sido imposible encontrar mesa en su laboratorio. Esperemos tener más suerte en cuanto reabra el santuario de El Bulli, y seguramente no nos decepcionará. Hasta entonces seguiremos soñando con espumas de mar y deconstrucciones de huevos estrellados...