jueves, 1 de septiembre de 2011

Grandes.

Cómo son los italianos, hay que ver. Qué arte. Qué maneras. Qué lujo en los detalles. Qué saber hacer. Y qué manera de disfrutar la vida.
Los hay de todos los tipos. Caballeros de bigote y pipa. Jóvenes con pashminas de seda al cuello. Sardos pícaros y bien simpáticos. Pulcros hombres de negocios. Vividores. Caprichosos. Elegantes. Y sobre todo divinos. Ellas son más escuetas, y se complementan a la perfección con ellos. Guapas morenas de ojos vivos que saben dar cuerda a sus efusivos compañeros.

Recién llegada de Milán, y de la Lombardía, y aún con el empacho visual de coches de gama alta que pululan por sus calles y pueblos (mi indicador personal de riqueza de una región y que es el número de Range Rovers por m2 que hay, se ha visto más que superado), una confirma que aquí, como en ningún otro sitio, hay un Norte y un Sur.
En el norte, a la sombra de los Alpes, más bellos aquí que en su lado suizo, habitan italianos de ojos claros y naturaleza innata empresarial. Son los llamados capos. Y es que son llamados para ser jefes desde que nacen. Arriba de la Bota no hay paro. Ni siquiera hoy.
En el sur, en cambio, con el 30% de paro, con una red oculta de actividades fraudulentas, con alcaldes y otros dirigentes de medio pelo públicamente corruptos, y un flujo de dinero negro que impregna la vida cotidiana con absoluta impunidad, aquí ya no hay capos, aquí lo que hay son padrinos.

De todas formas, pasando por alto todas las connotaciones negativas que puedan tener unos y otros, hay que reconocer que no hay país como Italia. Nos golean en estilo, clase y vitalidad. Los españoles tenemos también buenas materias primas, incluso mejores, porque qué es el prosciutto comparado con un patanegra de bellota, pero hay que reconocerles que han sido más listos y emprendedores que nosotros y han sabido colocar sus aceites, sus vinos, su sencilla comida, en el escaparate internacional como nadie.
Una cosa también es cierta, hacer de lo sencillo un ejemplo de excelencia y calidad es todo un arte. Porque qué pasta fresca, qué salsas caseras nos preparan las "mammas", qué pan y qué grissinis, qué pizza margarita hemos degustado en Napoli, qué mozzarella de búfala, qué parmesano, qué caldos, especialmente los Chiantis, qué ribollita, qué tagliatta y bistecca a la fiorentina, y sobre todo qué tartufo blanco tienen en el Piamonte.

Grande Italia. Grande toda.

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