domingo, 2 de mayo de 2010
El puntito Coen
Si algo me gusta de las pelis de los Coen es su acierto en captar la esencia de la América profunda. Pero no sólo eso. Sus personajes pueden ser marrulleros o infantiles, pero dan el pego y te los crees aún haciendo las cosas más inverosímiles. Uno no deja de sentir cariño por ese ratero que arriesga su vida por birlar un paquete de pañales para Nathan Jr. y que vive tan campante en una casa prefabricada en el desierto de Arizona, en medio de la nada. También puedo imaginarme a la perfección la vida gris del empleado de concesionario de Minnesota que no logra vender su cupo de coches, y la de la policía embarazada que va desenredando los casos minuciosamente. Y sé que en Los Angeles viven muchos "Dude" y algún que otro tío inestable que como Sobchak siempre anda gritándole a algún pobre diablo (Shut the fuck up, Donny!). Esto y mucho más forma parte de la realidad de ese maravilloso gran país que es Estados Unidos.
Nosotros, los europeos, a veces andamos un poco confundidos. Mostramos admiración por las grandes ciudades de Estados Unidos y en cambio ninguneamos al resto de paisanos que viven en el resto del territorio y eso que son más de las dos terceras partes de los estadounidenses. Los consideramos pueblerinos y un poco vulgares, y como además los creemos mayoritariamente republicanos nos consideramos superiores, como si votar a Obama dignificase al ser humano y no hacerlo lo sumiera en la Edad de las Cavernas.
¡Pero qué equivocados que estamos!
Esas gentes son auténticas y huyen de los convencionalismos que nos atan a nosotros: los europeos estúpidamente urbanitas. No les hace falta reservar en los restaurantes de moda ni hacer cola a la puerta de los clubs más cool, y es que su vida puede reducirse a un puñado de kilómetros y a un bar a las afueras pero tampoco piden más. Suelen ser personas algo inhóspitas de entrada, como la tierra yerma en la que habitan, pero si sabes acercarte a ellas en seguida te abren su corazón, menos contaminado que el nuestro.
Todo es más sencillo de lo que imaginamos y estos americanos nos dan una gran lección, porque se conforman con lo que tienen y han aprendido a tirar para adelante con lo poco que les ha dado la vida.
Y esto es lo que Joel y Ethan Coen consiguen mostrarnos con tremenda naturalidad. Por eso, porque las gentes que retratan son creíbles y en cierto punto admirables.
La otra noche justamente hablábamos de ellos y nos reíamos porque mi gente también tiene un puntito Coen. Y es que somos un poco "gañanes" y a mucha honra. Cuando nos encontramos, corremos a abrazarnos y escandalizamos a todo el personal que nos rodea. En los restaurantes hablamos demasiado fuerte y bebemos demasiado deprisa. Y contamos las mismas anécdotas, aunque nos las sepamos de memoria, celebrándolas a carcajada limpia como si las escucháramos por primera vez. Solemos entablar conversación con camareros, cocineros y en general con todo "bicho" viviente que tiene la suerte o la desgracia de haber estado cerca en nuestra bacanal. Y luego claro, vienen las copitas en los bares, donde buscamos un rincón en el que hacernos fuertes y seguir alborotando desinhibidos.
Nos queremos tal y como somos, y no buscamos nada más que vernos, ponernos al día y pasar un buen rato.
Es mi gente, la mejor.
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